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Autor: [REV NEUROL 2019;68:111-117]PMID: 30687918DOI: https://doi.org/10.33588/rn.6803.2018223
Resumen:
Introducción
Se denomina microbiota al conjunto de millones de
microorganismos que conviven de manera simbiótica en nuestro organismo. Este
conjunto bacteriano, que se localiza principalmente en el tracto digestivo, se
distribuye a lo largo de los diferentes órganos en función de las propiedades
químicas. Los factores que influyen en su composición son múltiples (dieta,
hábitos individuales, fármacos). La microbiota colabora en varias funciones,
como pueden ser el metabolismo o la inmunidad.
Eje
intestino-cerebro
Este eje está formado por la microbiota, el
sistema nervioso entérico, el sistema nervioso autónomo, el sistema
neuroendocrino, el sistema neuroinmune y el sistema nervioso central [6]. El
sistema nervioso entérico se encarga del funcionamiento básico gastrointestinal
(motilidad, secreción mucosa, flujo sanguíneo), y el control central de las
funciones del intestino se lleva a cabo gracias al nervio vago [7]. Este
complejo eje conforma un sistema de comunicación neurohumoral bidireccional
conocido desde hace tiempo. Son muchos los trabajos que apoyan su existencia.
Así, existe una correlación entre las alteraciones de la microbiota y la
encefalopatía hepática, la ansiedad, el autismo o el colon irritable [8]. En
estas enfermedades existe una disbiosis (cambios en la composición normal de la
microbiota) que genera cambios en la motilidad gastrointestinal, afecta a las
secreciones y produce una hipersensibilidad visceral. En estas circunstancias
se ven alteradas las células neuroendocrinas y las del sistema inmune,
modificando la liberación de neurotransmisores, lo que se podría traducir en
las diferentes manifestaciones psiquiátricas. A su vez, estudios en modelos
animales expuestos a diferentes situaciones de estrés han evidenciado
variaciones en la composición de la microbiota [9]. De esta manera se puede
postular la comunicación bidireccional en este eje; la microbiota afecta al
comportamiento humano y, a su vez, alteraciones en él producen cambios en la
microbiota [10].
Vías
del eje intestino-cerebro
La relación entre ambas partes del eje parece
que se ejerce a través de diversas vías de comunicación (Fig. 3), como el
nervio vago, el sistema circulatorio y el sistema inmune.
Figura 3. Las señales que llegan al sistema
nervioso central procedentes de la microbiota pueden ser: a través de la
estimulación directa del vago desde el sistema nervioso entérico; gracias a la
producción de metabolitos, como pueden ser neurotransmisores, hormonas o
metabolitos como los ácidos grasos de cadena corta; o a través del sistema
inmune, que se activa por la microbiota y libera citocinas que pueden actuar
sobre el sistema nervioso central.
Nervio
vago
El nervio vago constituye una de las
principales vías para transmitir la información desde la microbiota al sistema
nervioso central. En este sentido, la administración a ratones de Lactobacillus
rhamnosusfavorecía la transcripción de ácido γ-aminobutírico (GABA), lo que se
tradujo en una modificación de su comportamiento dependiendo de la integridad
vagal [11], ya que, al realizar ese mismo estudio en ratones vagotomizados, no
se lograron estos resultados, identificando así el nervio vago como la principal
vía de comunicación constitutiva moduladora entre la microbiota y el cerebro
[12].
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estudio completo en:
[REV NEUROL
2019;68:111-117]PMID: 30687918DOI: https://doi.org/10.33588/rn.6803.2018223
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