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miércoles, 1 de enero de 2014

Estrés, el enemigo silencioso de los ejecutivos



La vida contrarreloj y la sensación constante de no cumplir con los mandatos (auto) impuestos son factores primordiales de este fenómeno. Cómo reconocer si tenemos una personalidad con tendencia al autodesborde. Y una guía de recursos, desde técnicas de respiración hasta terapias crash, para aflojar tensiones.
Se levanta sobresaltado por la alarma del despertador. Apenas ha dormido en toda la noche. Se viste a los tumbos y bebe una taza de café amargo por todo desayuno. Mientras retira el auto de la cochera, repasa mentalmente los cientos de mensajes que debe contestar, llamados por hacer y dos importantes reuniones –una en cada punta de la ciudad– en las que deberá comunicar malas noticias: las ventas han caído en picada y la producción se verá demorada porque aún no fue aprobada la importación de insumos. A poco de andar, el tránsito queda interrumpido, tal vez un piquete o un accidente. Su pulso se acelera, aprieta las mandíbulas, respira entrecortado. Se siente atrapado. Un dolor punzante le envuelve la cabeza y una sensación de fuego le quema el estómago. Está bajo estrés, un mecanismo de adaptación que permitió la supervivencia de su antepasado primitivo al prepararlo para luchar o huir frente al peligro.


Sin embargo, en estos tiempos modernos, esa estrategia ancestral se le ha vuelto en contra. Ante todo, “estar estresado es una vivencia personal”, define el cardiólogo Daniel López Rosetti, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés y jefe del Servicio de Medicina del Estrés del Hospital de San Isidro. “Es nuestra percepción de la realidad, y no la realidad misma, lo que desencadena el estrés. De hecho, hay personalidades llamadas de Tipo A que son autoestresoras o, dicho de manera más burda, se estresan solas”. Diversos estudios han demostrado la relación directa entre el estrés crónico (o disestrés) y afecciones cardiovasculares, trastornos digestivos, inmunológicos y de la piel. “Pero cada persona tiene síntomas preponderantes característicos, que es preciso reconocer, para poder enfrentar”, señala López Rosetti.



Estrés. El 35 por ciento de los trabajadores en relación de dependencia lo han sufrido. Foto: Archivo Clase Ejecutiva.


Bajo presión​El trabajo, por su falta o exceso, es una de las principales fuentes de estrés, junto con el tránsito y la hiperconectividad que propician las nuevas tecnologías. En la Argentina, un 35 por ciento de quienes trabajan en relación de dependencia dice haber sufrido alguna enfermedad como producto del estrés, según una encuesta efectuada en 2013 por Grupo Rhuo. Ansiedad (24 %), problemas gastrointestinales (20 %) y contracturas (10 %) fueron las dolencias más comúnmente mencionadas.

“Nos sentimos estresados cuando las demandas del medio nos resultan excesivas. Y, si bien niveles moderados de estrés pueden ser estimulantes para el cerebro, cuando su incidencia es muy alta y se prolonga en el tiempo puede tener efectos negativos en la memoria y otras funciones cognitivas”, advierte el neurólogo Facundo Manes, presidente de la Fundación y del Instituto de Neurociencias Ineco y rector de la Universidad Favaloro. “El estrés provoca en nuestro organismo la liberación de cortisol, una hormona producida en las glándulas suprarrenales que están arriba de los riñones. Esto afecta la memoria episódica –la del cuándo y dónde– y otras funciones ejecutivas involucradas en la toma de decisiones, lo que disminuye aún más la capacidad para enfrentar las demandas del medio; se crea, así, un círculo vicioso”, advierte quien lideró al equipo de cirujanos que operó el hematoma cerebral de la Presidenta en 2013.


La sobrecarga de tareas, los horarios extendidos, la deficiente tecnología y las reuniones improductivas son señalados, con frecuencia, como factores de estrés. Mientras que la jornada laboral legal en la Argentina es de 8 horas (y, en algunas actividades, 7 o 6), sólo un 25 % de los encuestados en 2013 por el sitio web Trabajando.com reconoció ceñirse a ese horario. El 75 % trabaja más de 8 horas diarias: 16 % le dedica 9 horas por día; 24 %, 10 horas y 35 %, más de 10 horas diarias. En tanto, 31 % se lleva lo pendiente a casa. De ellos, 59 % afirma estar “siempre disponible en el teléfono”, 29 % trabaja desde su computadora personal y 12 % va a la oficina en horarios y días no laborables. “La medida óptima de nuestro rendimiento físico y mental no se logra sumando horas de esfuerzo sino mediante una estrategia que contemple tiempo para el descanso, el ocio, el esparcimiento, la vida social y familiar y la actividad física”, advierte Manes. “Aquellas personalidades más competitivas, agresivas y orientadas al logro suelen llegar a lo que socialmente se define como éxito. Sin embargo, muchas veces lo hacen a costa de hipotecar su salud física o mental”, señala López Rosetti.


Liberar tensiones​“No podemos eliminar el estrés, pero sí aprender a manejarlo”, sostiene Agustina Caminos, directora del spa de Faena Hotel & Universe, instructora de yoga y sanadora pránica (el prana es la energía del aire, que mantiene al cuerpo vivo y saludable). “El control de la respiración, o pranayama, es clave para manejar nuestras emociones y desbloquear la energía en nuestro ser físico y espiritual”, asegura. En el curso de stress management que dicta en el Centro de Estudios Técnicos Administrativos Empresariales (Cetae), Caminos propone una técnica de respiración básica: sentarnos en un lugar cómodo y tomar contacto con nuestra respiración, observando de qué manera entra el airea nuestro cuerpo: si está acelerada, alta (en la zona del diafragma) o baja (en la panza). Lo ideal es respirar con todo el abdomen, y visualizar una luz blanca cuando inhalamos, en 6 o cuatro tiempos, retenerlo tres segundos mientras visualizamos cómo se desprende la energía sucia como una luz gris, exhalar nuevamente en 6 o cuatro tiempos y hacer una retención sin aire unos tres segundos más. “Lo recomendable es ambientar un espacio personal para hacer este ejercicio por la mañana, antes de iniciar las actividades diarias, y a la noche para relajarse antes de dormir”, aconseja.

La sobrecarga de tareas, los horarios extendidos, la deficiente tecnología y las reuniones improductivas son señalados, con frecuencia, como factores de estrés.
En un terreno menos convencional, pero con el mismo objetivo de descargar tensiones, el último grito parecen ser las terapias crash, basadas en la primitiva y catártica acción de destrozar objetos. “La gente sale feliz y relajada”, revela Guido Dodero, fundador de The Break Club Buenos Aires, un espacio palermitano donde la consigna es “romper todo y quedar como nuevo”. Dodero, publicista, descubrió esta técnica en el exterior y decidió traerla al país en 2011. La solución que ofrece es simple: el cliente llega y se calza guantes, casco, bate de béisbol y protector bucal. Mientras escucha una charla técnica y algunas reglas de seguridad, va haciendo un precalentamiento para lo que vendrá después. La segunda fase consiste en liberar tensiones: básicamente, soltar al Increíble Hulk que todos llevamos dentro rompiendo cosas (desde 15 botellas de vidrio por $ 120 a una pantalla de 29” por $ 490) al ritmo de ACDC, Los Ramones o cualquier agrupación metalera preferida. Luego de unos 7 a 15 minutos de furia, vuelve el silencio. Y se pasa a otra sala: allí, con una ambientación totalmente diferente (aromaterapia, música clásica) y en un cómodo sillón, se permanece en descanso durante otros 10 a 15 minutos, o se toma una breve siesta de media hora. “Vienen profesionales, amas de casa, taxistas, cirujanos y oficinistas”, enumera Dodero. También hay servicios para grupos (amigos de la oficina, despedidas de solteros) y corporativos (equipos de ventas, de atención al cliente y soporte técnico). “Cada experiencia se prepara a medida”, afirma el emprendedor.


A la hora de combatir el estrés, lo importante es encontrar estrategias propias y saludables de afrontamiento. “El humor es un recurso inigualable, así como el juego, la diversión y el diferimiento de la emoción (el famoso contar hasta 10)”, propone López Rosetti. Una forma de descarga no violenta y muy a mano es salir a caminar: “Con el movimiento, bajan el cortisol y la adrenalina. La persona se serena y puede reorganizar sus pensamientos”, explica el cardiólogo. “Un descanso adecuado (8 horas diarias), actividad física (al menos 30 minutos por día) y una adecuada alimentación también son fundamentales para afrontar el estrés”, recomienda el neurólogo Manes. Hoy puede ser un buen día para empezar a cambiar nuestros hábitos estresores.


AUTOTEST: ¿Tengo una personalidad autoestresora?

o Hago varias cosas al mismo tiempo
o Me siento frecuentemente atareado
o Soy puntual
o Me torno agresivo o me frustro cuando algo me sale mal
o Soy competitivo en mi trabajo/ profesión/ actividad
o Me impaciento cuando debo esperar a ser atendido
o Acentúo en forma exagerada palabras de una oración que creo relevantes
o Interrumpo cuando otros hablan
o Tengo tendencia a acelerar el discurso de los demás, apurándolos o terminando sus frases
o Oculto mis sentimientos personales
o Me agredo a mí mismo o a otros
o Me impaciento cuando veo hacer alguna tarea a otra persona y creo que puedo hacerla más rápido
o Siento culpa cuando no trabajo o permanezco en rélax algunas horas o días
o Frecuentemente estoy pensando en dos o más cosas al mismo tiempo
o Siento ansiedad por ver las cosas hechas o terminadas
o Hablo, como y/o camino rápidamente
o El trabajo juega un papel muy importante en mi vida
o Aprieto los puños, muevo mis rodillas o dedos durante reuniones y conversaciones
o Soy perfeccionista, quiero que todo me salga bien
o Mi agenda está sobrecargada y tiendo a agendarme cada vez más cosas
o Estoy siempre apurado

Si tildó 7 o más de estas afirmaciones, su personalidad es Tipo A, es decir, autoestresora

Fuente: Test Orientativo de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés www.sames.org.ar


ESTRATEGIAS DE AFRONTAMIENTO Meditar. Planificar el día dejando espacio para cuestiones personales y laborales. Tomar un desayuno nutritivo y disfrutarlo. No hablar de problemas ni de trabajo mientras se almuerza o cena. Expresar adecuadamente los sentimientos y necesidades (asertividad). Tomarse tiempo entre el trabajo y las tareas domésticas. Tener mascota. Tener vida social activa. Aprovechar para hacer ejercicio mientras se traslada al trabajo (caminando o en bicicleta). Salir de casa con tiempo para llegar al trabajo sin apuro. Beber menos de tres tazas de café al día. Hacer tareas solidarias y ayudar a otros siempre que se pueda. Escuchar a los demás. Tener proyectos. Disfrutar y descansar los fines de semana. Tomarse vacaciones.  Mirar el lado positivo de las cosas. Dedicar al menos media hora por día a uno mismo. Llevarse bien con los compañeros de trabajo. Tener un hobby.
 Fuente: Diario El Cronista

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