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viernes, 24 de marzo de 2017

Llegan los psicobióticos: bacterias para mejorar la salud mental



Demuestran el potencial de algunos microorganismos para tratar diferentes trastornos mentales. Pero los científicos advierten que es un área de estudio muy incipiente, donde escasean los ensayos con humanos.



Tomas una píldora para aliviar la ansiedad. Lo que no te esperas es que su principio activo sea una bacteria que vaya directa a tu intestino y desde ahí avise al cerebro para calmar tus nervios. Es un psicobiótico. 
Uno de los mayores desafíos de la neurociencia actual es conocer los entresijos del cerebro humano. Estados Unidos y Europa han puesto en marcha sendos proyectos que darán sus frutos de aquí a una década. Los resultados alimentarán al mayor ejército desplegado jamás. Desde un lugar totalmente desapercibido y sin que te des cuenta, estos soldados controlan tu apetito, tu comportamiento e incluso tu salud mental. Hablamos de la microbiota que puebla tus tripas.


«Nuestros cuerpos son un complejo ecosistema en el que las células representan un insignificante 10% de la población. Más allá de los números, hoy conocemos sus sorprendentes diferencias», explicaba a finales de 2012 Thomas Insel, entonces director del Instituto Nacional de la Salud Mental de Estados Unidos (NIMH, según sus siglas en inglés). Y este era su pronóstico para el futuro: «Una de las grandes fronteras de la neurociencia clínica de la próxima década será averiguar cómo influye la diversidad del mundo microbiano en el desarrollo del cerebro y en el comportamiento».
Las mariposas que sientes en el estómago cuando te enamoras y (algo menos romántico) esos inoportunos retortijones antes de un examen son dos ejemplos de la conexión que existe entre el sistema gastrointestinal y la mente.


Los probióticos suelen ser bacterias de los géneros Lactobacillus y Bifidobacterium y pueden tomarse en cápsulas o sobres (de venta en farmacias) o ir incluidos en determinados alimentos que se encuentran en los supermercados.
En cambio, los prebióticos son alimentos que no nos nutren directamente a nosotros, sino a las bacterias y otros microorganismos que viven en nuestros intestinos y nos provocan un efecto positivo. Un ejemplo de prebióticos son algunos tipos de fibra.

En 2013 Ted Dinan, definió a los psicobióticos. «Son bacterias que cuando se ingieren en cantidades adecuadas mejoran la salud mental», explica a Sinc el padre del término.
El principal problema de esta nueva expresión es que se apoya, sobre todo, en estudios realizados in vitro y en animales, por lo que los científicos muestran cautela a la hora de valorar cualquier resultado que pueda parecer prometedor.
«Los datos que se poseen hasta el momento sobre psicobióticos se basan en estudios preclínicos con ratones y aún se desconoce mucho sobre los mecanismos de acción», matiza Peláez. En su opinión, es necesario profundizar en estos estudios y asegurarse de la eficacia y seguridad de uso antes de realizar ensayos clínicos con fines terapéuticos.
El misterioso camino de las tripas a las emociones
La gran pregunta es cómo llegan los psicobióticos a tener efectos sobre la psique. Una posibilidad que barajan los científicos es que los microorganismos actúen directamente sobre el sistema nervioso entérico –encargado de controlar el aparato digestivo– que, a su vez, se comunica con el cerebro. Otra opción es que regulen el sistema inmunitario intestinal, el cual modula el sistema nervioso central.
«La tercera vía se basa en la producción de metabolitos que se distribuyen en el cerebro y son beneficiosos», declara a Sinc Paul Enck, miembro del Comité Directivo de la Sociedad Europea de Neurogastroenterología y Motilidad (ESNM, por sus siglas en inglés). En opinión del investigador, para llegar al cerebro los microorganismos podrían utilizar solo uno de estos tres caminos o varios a la vez. «Quizá haya más vías que se descubrirán en el futuro», opina. 
Antes de llegar a ese punto, un equipo de científicos –entre los que se encuentra Dinan, el padre del concepto– ha planteado una pequeña revolución para concienciar sobre el papel de estas bacterias en la mente. Su propuesta es ampliar la definición de psicobiótico a todo aquello que, a través de cambios en la microbiota intestinal, consiga efectos psicológicos, sin tener que ser necesariamente un microorganismo vivo.
Esto significaría incluir a los prebióticos, pero también al ejercicio físico y la dieta, «que afectan a las comunidades bacterianas en el intestino e influyen en estado de ánimo y en la cognición», considera Philip Burnet, autor principal del trabajo en el que se basa la propuesta e investigador del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oxford (Reino Unido).
Tras revisar más de un centenar de trabajos sobre psicobióticos (la mayoría  realizados en animales), los investigadores admiten que las limitaciones de los estudios son numerosas, «lo que obliga a frenar el entusiasmo y a incentivar nuevas investigaciones». Se desconoce, por el momento, si el consumo de estas bacterias puede tener efectos secundarios o si afectan por igual a hombres y mujeres.
En cuanto a la edad, parece que tanto los menores como los ancianos son las personas a las que más influirían este tipo de sustancias. «El período prenatal, posnatal y toda la infancia son críticos en el desarrollo del sistema nervioso, cerebral e inmunitario, que se ven muy afectados por la microbiota intestinal», indica Peláez. En el caso de los mayores, al volverse más sensibles a los cambios fisiológicos necesitan mantener una buena salud intestinal.

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