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domingo, 19 de noviembre de 2017

Por qué es importante NO elongar llevando el tronco hacia adelante

Preferentemente NO elongues llevando el tronco a flexión. Cuidá tu espalda manteniendo las curvaturas fisiológicas. Una excelente forma de hacerlo es acostado boca arriba. Mirá el video...


https://youtu.be/n78PS4zq3D8

martes, 31 de octubre de 2017

La activación de células inmunitarias induce cambios de comportamiento

Fuente: Investigación y Ciencia
Ya se sabía que los linfocitos T modifican su metabolismo para satisfacer sus necesidades energéticas cuando se activan, pero se desconocía el efecto metabólico de su activación sostenida en el sistema inmunitario general y sobre el comportamiento. Para averiguarlo, investigadores del Centro RIKEN de Medicina Integrativa en Japón analizaron la activación de los linfocitos T en ratones modificados genéticamente para que carecieran del receptor de superficie PD-1, necesario para inhibir la actividad de este tipo de células. Los linfocitos T permanecen activados en ratones sin el receptor, una situación similar a la del sistema inmunitario de personas con ciertos tipos de enfermedades autoinmunitarias. En estos roedores, encontraron que los aminoácidos (las moléculas que construyen las proteínas) se agotaron en la sangre e incrementaron en los linfocitos T, siendo estos las responsables del cambio.
Los investigadores rastrearon los aminoácidos en distintos órganos, y comprobaron que la reducción de aminoácidos en la sangre se producía porque se acumulaban en los linfocitos T activos de los ganglios linfáticos. Concluyeron que las respuestas inmunitarias fuertes o de larga duración pueden causar cambios metabólicos en otras partes del cuerpo.
La siguiente pregunta que se plantearon fue si este agotamiento de aminoácidos realmente tenía algún efecto sistémico. Al analizar la bioquímica del cerebro, descubrieron que la activación prolongada del sistema inmunitario causa la reducción de ciertos niveles de aminoácidos en la sangre, especialmente de triptófano y tirosina. Como consecuencia, se reduce la capacidad de las neuronas para producir serotonina y dopamina, y a la larga, puede causar alteraciones en el comportamiento, provocando ansiedad y miedo excesivos. Las conclusiones del trabajo se han publicado en la revista Nature Immunology.
Los investigadores encontraron que la disminución de aminoácidos en sangre en los ratones sin PD-1 inducía cambios de comportamiento que se caracterizaban por la ansiedad y las respuestas de miedo exacerbadas, que podrían remediarse proporcionando una dieta rica en aminoácidos esenciales. «En general, los datos reflejan que la activación excesiva de los linfocitos T provoca un cambio en el sistema metabólico sistémico con consecuencias que se extienden mucho más allá del sistema inmunitario», explica Michio Miyajima, coautor del estudio.
Según Sidonia Fagarasan, autora principal del trabajo: «Nos fascinó ver que esto sucedía, ya que revelaba el poder del sistema inmunitario para influir en muchos aspectos de la fisiología del cuerpo, además de las infecciones y la inmunidad. Será interesante en el futuro investigar si el desencadenante del miedo y la ansiedad por la activación de los linfocitos T es simplemente un efecto secundario del proceso, o si hay un beneficio evolutivo de esta adaptación. También nos gustaría examinar más a fondo estos cambios, ya que el bloqueo de PD-1 se está investigando como una terapia contra el cáncer, y es importante entender si esto podría provocar cambios de comportamiento, como por ejemplo, el aumento de la ansiedad».
Referencia: «Metabolic shift induced by systemic T cell activation in PD-1-deficient mice perturbs brain monoamines and emotional behavior», Michio Miyajima, Baihao Zhang, Yuki Sugiura, Kazuhiro Sonomura et al. en Nature Immunology el 23 de octubre de 2017.

sábado, 28 de octubre de 2017

¿Hay alguna relación entre el cáncer y el azúcar?

Los científicos están cada vez más cerca de confirmar el vínculo entre el consumo del azúcar y los riesgos de cáncer. Un reciente estudio comparó el comportamiento de células cancerosas humanas y células de levadura, y aunque los resultados son muy incipientes para confirmar el vínculo, los investigadores consideran que este hallazgo es un paso importante.


Un mecanismo biológico en las células de la levadura podría explicar la relación entre el azúcar y los tumores malignos, según un reciente estudio publicado en Nature Communications.
La investigación, que duró nueve años, podría influir en la medicina y las dietas para pacientes con cáncer, concluyen los investigadores. El estudio inició con la observación cuidadosa de las células cancerosas y su apetito por el azúcar.
Los científicos entienden que las células cancerosas respaldan su rápida reproducción al reconectar su metabolismo para recibir glucosa, fermento y lactado.
Por el contrario, las células sanas continúan con la respiración normal, un proceso en el que toman glucosa y la descomponen en dióxido de carbono y agua.
Este “cambio de las células cancerosas de respiración a fermentación es algo que fue descubierto por Otto Warburg, un bioquímico alemán, hace 70 u 80 años”, afirma el microbiólogo Johan M. Thevelein, autor principal del estudio y profesor en KU Lovaina en Bélgica. Es conocido como “el efecto Warburg”.
La fermentación del azúcar a ácido láctico produce aproximadamente 15 veces menos energía que la respiración de azúcar, destaca Thevelein. Sin embargo, las células cancerosas “crecen mucho más rápido que las células normales y, de hecho, la levadura se reproduce incluso más rápido cuando fermenta”, aseguró.
“Esto es raro”, afirma y plantea una pregunta importante: ¿es el efecto Warburg un síntoma del cáncer o una causa?
Buscando una respuesta, Thevelein y sus colegas experimentaron con células de levadura ya que, al igual que las células cancerosas, se sabe que favorecen la fermentación sobre la respiración.
Los investigadores encontraron un componente intermedio que es un “potente activador” de la proteína RAS. RAS es un protooncogen: un gen que codifica proteínas que ayudan a regular el crecimiento y diferenciación celular. Los protooncogenes pueden convertirse en oncogenes o genes cancerígenos cuando se producen mutaciones. Muchos tumores presentan formas mutadas de las proteínas RAS, afirma Thevelein.
El nuevo estudio, entonces, revela “un circulo vicioso”, asegura.
A medida que el azúcar se descompone en las células, el compuesto intermedio activa la proteína RAS y esto a su vez estimula la proliferación celular, explica.
Este ciclo visto en las células de levadura podría ayudar a explicar la agresividad del cáncer.
“Muy interesante”, asegura la doctora Jennifer Ligibel, presidenta del comité de balance de energía de la Sociedad Americana de Oncología Clínica. Con todo, insta a mantener la precaución a la hora de interpretar estos hallazgos.

Fuente: CNN

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domingo, 8 de octubre de 2017

Esta es la cantidad de ejercicio que tenés que hacer por semana para vivir más

Los investigadores descubrieron que cualquier ejercicio sirve para vivir una vida más saludable; desde spinning, zumba hasta ir en bici al trabajo o limpiar tu casa



Es oficial: si querés vivir más, tenés que moverte. Un estudio mostró que la mínima cantidad de ejercicio que necesitás para aumentar tu longevidad es de 150 minutos por semana. Eso quiere decir que con 2 horas y media cada 7 días podrías ganarte unos años más. ¿Pero cualquier ejercicio sirve?
Para los investigadores de la Universidad McCaster si. Puede ser cualquiera: desde spinning, zumba hasta ir en bici al trabajo o limpiar tu casa. Los autores notaron que tanto en los países ricos que toman al ejercicio como algo recreacional como los países más pobres que hacen actividad física en la vida diaria y laboral, los resultados fueron los mismos. Lo importante es llegar a esos 150 minutos.
Los científicos encuestaron a más de 140 mil personas de 35 a 70 años de 17 países para saber cuántos minutos le dedicaban a la actividad física por semana. Después de 6 años, los investigadores se volvieron a contactar con los participantes para saber cómo estaba su estado de salud después de la encuesta.
Los resultados fueron contundentes. Las personas que ejercitaban el mínimo de tiempo tenían un 28% menos de probabilidad de morir y 20% menos de sufrir una enfermedad cardíaca. Para los que ejercitaban 750 minutos (12.5 horas) el panorama era mejor: tenían un 40% menos de probabilidad de sufrir un ataque cardíaco. Estos resultados siguen al pie de la letra las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.
"El movimiento es movimiento. No es necesario que sea muy duro o que necesites reorganizar tu vida para hacerlo. Siempre le digo a la gente que se puede despertar 30 minutos antes e ir al trabajo caminando para empezar. Subir las escaleras o estacionar más lejos también ayuda. Son dos minutos de acá y 5 de acá pero todo suma", dijo a Huffpost el entrenador Josh Carter.

Maneras baratas de llegar a los 150 minutos por semana
1.- Cortar a la mitad el horario de almuerzo y bajar la comida dando una vuelta a la manzana.
2.- En vez de ver un capítulo tras otro de tu serie favorita, mirá uno solo y aprovechá para salir a caminar un rato.
3.- Sacá a tu mascota más seguido, ¡los dos pueden hacer ejercicio!
4.- Conseguí un compañero de gimnasio
5.- Caminá, agarrá la bici o corré hasta tu próximo evento. Según el estudio, el ejercicio más beneficioso es aquel que entra en la categoría de "transporte activo". Puede ser cuando vas caminando al subte para ir al trabajo o cuando cambias el colectivo por la bici.

Fuente: Diario ¨La Nación¨
http://www.lanacion.com.ar/2068843-esta-es-la-cantidad-de-ejercicio-que-tenes-que-hacer-por-semana-para-vivir-mas


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martes, 3 de octubre de 2017

Una mala mordida se asocia con mal control de la postura y el equilibrio

Desde hace unos años, existe un creciente interés médico en corregir el contacto imperfecto de los dientes para evitar así problemas como dolor mandibular, diastemas o apiñamiento. Ahora, un nuevo estudio realizado por investigadores españoles concluye que la oclusión dental se relaciona también con el control de la postura y el equilibrio.  


A pesar del tecnicismo, el término oclusión dental está cada vez más en la cabeza de muchos pacientes tras una simple visita al dentista. En las consultas se diagnostican problemas relacionados con una mala mordida, tales como desviaciones de la línea media, diastemas, apiñamiento, mordida cruzada y dientes ausentes.
La oclusión dental no es ni más ni menos que el contacto que se establece entre los dientes superiores e inferiores al cerrar la boca. Pueden encontrarse perfectamente alineados o presentar alteraciones a distintos niveles.
Dos nuevas investigaciones, llevadas a cabo en colaboración entre el departamento de Fisiología de la Universidad de Barcelona y la Universidad de Innsbruck (Austria), confirman una relación menos obvia entre una mordida imperfecta y el control de la postura.
Otro dato a destacar es que aunque esta relación pueda resultar estadísticamente baja, está aumentada cuando existen condiciones de fatiga en la persona, o cuando se dan condiciones de inestabilidad. 
“Cuando existe una mala oclusión, esta se clasifica por criterios establecidos científicamente. Lo relevante en el estudio es que se ha relacionado además con diferentes alteraciones motoras y fisiológicas”, explica a Sinc Sonia Julià-Sánchez, autora principal de los trabajos e investigadora en la institución catalana. 
Ambos estudios, cuyos resultados han sido publicados en Motor Control y Neuroscience Letters, aportan datos concluyentes de que con la corrección de diferentes mal oclusiones, llevando la posición mandibular a un punto neutro, se mejora el control postural tanto en equilibrio estático como en dinámico.
En el día a día esta relación no se aprecia tan directamente en condiciones estáticas, aunque pueden existir condiciones asociadas a patologías, como la obesidad, que agraven la inestabilidad corporal empeorando el control de la postura e incrementando el riesgo de caídas.
En deportistas, esta relación puede ser determinante tanto en el rendimiento final como en la prevención de lesiones como torceduras, distensiones y fracturas, por desequilibrios inesperados a medida que la fatiga es mayor y la capacidad de respuesta motora disminuye.
“Por ello, sería útil que tanto la población general como los deportistas valoren la posibilidad de corregir la oclusión dental para mejorar el control de la postura, evitando así posibles caídas o desequilibrios debido a una falta de reacción del sistema motor”, añade Julià-Sánchez. 
Influencia recíproca
“El control de la postura es el resultado de un complejo sistema que incluye diferentes componentes sensores y motores que provienen de la información visual, somatosensorial y vestibular”, explica la experta.
En los últimos años ha crecido el interés científico por la relación entre el sistema estomatognático (el conjunto de órganos y tejidos que permiten comer, hablar, masticar, deglutir y sonreír) y el control de la postura.
El vínculo puede tener una explicación neurofisiológica. Existe una influencia recíproca entre el nervio trigémino y el núcleo vestibular –responsables de la función masticatoria y el control del equilibrio respectivamente–, y también entre los músculos masticatorios y cervicales.
Esta influencia explicaría que las maloclusiones dentales perjudiquen el control de la postura. Pero hasta ahora las investigaciones no habían conseguido ser concluyentes.
“El problema principal deriva de que la mayoría de estos estudios habían valorado el equilibrio de manera estática y en condiciones de total estabilidad, lo que en la práctica tiene poca aplicación real sobre el control de la postura en acción”, apunta Julià-Sánchez.
En un primer estudio se tuvo en cuenta el tipo de oclusión dental y si había existido un tratamiento de ortodoncia previo. Los resultados mostraron que las alteraciones en la alineación de los dientes se relacionaban con un peor control del equilibrio estático.
El segundo trabajo valoró el tipo de oclusión dental, el control de la postura y la fatiga física para analizar la posible relación entre estos factores. El análisis mostró que el equilibrio mejoraba cuando las maloclusiones se corregían, y que estas influían más en el control de la postura en condiciones de fatiga que en reposo.
“Cuando los sujetos estaban cansados equilibraban peor tanto en condiciones estables como inestables. En condiciones estáticas, el factor que influyó más en el desequilibrio fue la fatiga. Por el contrario, en condiciones de máxima inestabilidad, se apreció una relación significativa entre agotamiento y oclusión dental”, concluye Julià-Sánchez.
Fuente: http://www.agenciasinc.es

jueves, 31 de agosto de 2017

Trastornos de mandíbula: un mal muy extendido pero poco diagnosticado

Fuente: Diario Clarín

Dolor de cabeza, de cuello, de cervicales o de oído. La dificultad al morder o para abrir y cerrar la boca. Fatiga o hasta un hormigueo en el brazo o en la mano. Todos estos son algunos de los síntomas de una misma patología en la articulación temporomandibular (ATM), la que permite realizar el movimiento de la mandíbula a partir de su inserción en la base del cráneo. Parece una afección poco común. Sin embargo, se trata de dolencia que sufren muchos. El problema es que la mayoría no logra identificar el origen de las molestias y los especialistas tardan en diagnosticarlo.
Según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 30 por ciento de la población del planeta sufre de trastornos de la articulación temporomandibular.
Un estudio desarrollado por la American Academy of Craniofacial Pain, de Estados Unidos, advierte que las disfunciones de la articulación temporomandibular (DTM) son el doble de frecuentes en mujeres que en hombres. Llegó a esa conclusión tras un relevamiento realizado en la Facultad de Odontología de Jordania, donde un 30 por ciento de una población universitaria sufre desórdenes temporomandibulares producidos por el estrés.
El informe, que tuvo una muestra de más de mil estudiantes, demostró que el dolor en y alrededor de las mejillas y oídos son los síntomas más frecuentes. La mayoría ignoraba que tenía este trastorno.
En la Argentina, según especialistas consultados por Clarín, una de cada dos personas tiene algún tipo de trastorno de ATM, pero muchos todavía lo desconocen.
Por lo general se recurre a muchos especialistas, incluyendo odontólogos, sin encontrar una respuesta adecuada. El paciente sufre dolores de cabeza, de oído, chasquidos en la mandíbula, ruidos como de arena dentro de la ATM y sigue con dolores de cuello, cabeza, cuello, pecho, espalda que puede llegar hasta la cintura. Es progresivo en algunos casos y el dolor se vuelve insoportable”, explica a este diario el odontólogo Jorge Learreta, especialista en ortodoncia y referente a nivel internacional en articulación temporomandibular (ATM) y disfunción temporomandibular (DTM).
Así le pasó a Luis Ramos, que vive en San Isidro y sufría continuos dolores en la columna cervical porque “tenía una especie de rectificación”.
“Fui a una kinesióloga, me trató durante un par de semanas y me dijo que para ella era un tema de la mandíbula. Así que decidí ir a ver a un especialista de ATM. Me realizó todo tipo de estudios y luego me confeccionó un ‘aparatito’ para la boca que me resolvió el problema ya que se me fue el dolor”, relata.
A Ramos, en realidad, le colocaron una placa de acrílico que, en general, se debe usar todo el día durante un año. El aparato actúa como una guía que acomoda la posición de la mandíbula. “Ahora, con la bioinstrumentación, se mide la actividad de músculos y mandíbula y se realizan tratamientos con placas oclusales para mejorar las deficiencias”, detalla Facundo Arias Aráoz, odontólogo y especialista en ATM.
Por su parte, Esteban Barrientos, también odontólogo, remarca que “hay patologías frecuentes pero no diagnosticadas”. Y puntualiza: “Vienen pacientes derivados por un otorrinolaringólogo o neurólogo. Y hay odontólogos que deben tener una primera instancia con esta articulación e ir más allá, por ejemplo, del estrés que provoca el bruxismo. Debemos interpretar”.
En ese sentido, Learreta sostiene: “No hay una receta preestablecida para detectar la DTM y ésta es la razón de su gran particularidad que comprende una difícil identificación y dificulta la cura. La primera medida que deben tomar aquellos que sufren estos síntomas es realizarse un estudio de diagnóstico de la patología para comenzar a buscar una solución a tantos padecimientos”.

viernes, 30 de junio de 2017

Por qué en otoño-invierno comemos más y tenemos más sueño

En otoño e invierno es frecuente sentirnos con más sueño, ganas de comer y con un estado de melancolía. 


Hay estudios que relacionan estos cambios con los días más cortos y, en consecuencia, con la disminución a la exposición solar.

En invierno, se reducen las horas del día con luz natural. Esto hace que suba la liberación de melatonina (un neurotransmisor que es inductor del sueño), y, por ende, se genera una sensación de mayor somnolencia. También puede llevar a alteraciones en el comportamiento y los estados de ánimo en algunas personas. 

¿Cómo se da cuenta nuestro cerebro de los cambios de luz? En la retina hay unos fotorreceptores que captan la luz solar. Cuando dejan de recibir luz se pone en funcionamiento el estímulo que viaja a la glándula pineal, que es la encargada de liberar melatonina.

¿Por qué tenemos más hambre? También este aumento de la secreción de melatonina hace que disminuya la temperatura del cuerpo y éste sienta la necesidad de ingerir más alimentos para aumentar el aporte calórico. Esto provoca que consumamos alimentos dulces preferentemente.

¿Qué podemos hacer para sentirnos mejor? Los ejercicios al aire libre y aumentar las horas que nos exponemos al sol mejorarían estos estados.

No todo el mundo tiene la misma sensibilidad al tiempo y algunas personas tienen más tendencia que otras a que la disminución de la luz solar altere su humor y su gula.
(*) Wehr TA, Duncan WC, Sher L, Aeschbach D, Schwartz PJ, Turner EH, Postolache TT, et al. A circadian signal of change of season in patients with seasonal affective disorder. Arch Gen Psychiatry. 2001; 58:1108-1114. 

domingo, 18 de junio de 2017

Estos son los 3 alimentos que peor le sientan a su segundo cerebro

Fuente: Diario El país

Los investigadores ponen el foco en la flora intestinal, implicada en la prevención de varias enfermedades. Claves para mimarla con la dieta


Las preferencias gastronómicas de nuestra microbiota (estos cien billones de bacterias que pueblan el intestino humano, y que pesan algo más de dos kilos según el catedrático de Microbiología Ignacio López Goñi) ha cautivado el interés de los científicos, y durante los últimos años se han multiplicado las publicaciones al respecto.
La alimentación que damos a esa comunidad bacteriana afecta de forma directa a nuestra salud. Las grasas saturadas, por ejemplo, favorecen el aumento de poblaciones microbianas (firmicutes) asociadas a la obesidad. En cambio, los alimentos ricos en fibra insoluble (como las verduras, el pan integral y las semillas) facilitan el crecimiento de bacterias beneficiosas (bacteroidetes) que reducen el sobrepeso, según una investigación publicada en Gut and Liver.
Y no solo la silueta está influenciada por estos habitantes de nuestras tripas. La diabetes tipo 2, las enfermedades inflamatorias intestinales y algunos tipos de cáncer y trastornos inmunológicos también mantienen una estrecha relación con la microbiota. Últimamente han aumentado las evidencias sobre su relación con el eccema y la dermatitis atópica, según recoge el portal médico Intramed. E incluso se ha vinculado con la longevidad.

Por qué es importante cuidar la microbiota

Otro factor muy relevante es la conexión intestino-cerebro. Según apunta una investigación de la Universidad de Zaragoza, estos microorganismos modulan los niveles de serotonina, un neurotransmisor relacionado con los estados de ánimo. Por eso se habla de la microbiota como el segundo cerebro. Todo este cúmulo de información lleva al nutricionista Miguel Aganzo Yeves, de los hospitales madrileños Fundación Jiménez Díaz y Rey Juan Carlos, a afirmar que “la flora intestinal es un componente más a tener en cuenta en el tratamiento de las enfermedades”.
¿Podemos modificarla? “Es posible que se pueda modular a través de la comida, y que contribuya en los tratamientos, pero lo más relevante es tener la capacidad para crear un entorno favorable, que promueva la colonización de una microbiota saludable”, añade el nutricionista, y recomienda "seguir unas pautas dietéticas sanas”. Por todo ello, si quiere mejorar la composición de su flora, debería evitar (o limitar) estos alimentos:

1. Bollería industrial

Hay que huir de las dietas ricas en grasas saturadas. “Las comidas precocinadas y la mayoría de alimentos envasados suelen llevarlas. Y los aceites de palma y coco, si se consumen en exceso, también pueden alterar la microbiota”, apunta el nutricionista. Aganzo insiste en que el problema "son los estilos de vida basados en comidas con exceso de grasa. Por comer ocasionalmente algo que no sea muy saludable no se va a alterar nada”. Y viceversa: “Consumir yogures mejora la diversidad de la flora intestinal, pero hay que tomarlos regularmente. Por hacerlo un día no se consigue nada”, recalca.

2. Helados

Esta recomendación, con el sol dando de plano, no es la que nos gustaría oír. Pero que no cunda el pánico: hace referencia a los helados industriales. Y se extiende también a las mayonesas. Concretamente, a los emulsionantes que contienen estos productos, que "son los aditivos que se emplean en la fabricación industrial, para dar una textura cremosa a un alimento que contiene grasa”, explica el especialista. Y añade: “Se desconocía si podían afectar negativamente a la salud humana, hasta que se ha descubierto cómo alteran la microbiota”. En este sentido, una investigación liderada por la Universidad Estatal de Georgia (EE UU) señala estos emulsionantes como responsables de cambios en la flora, que pueden favorecen la aparición de cáncer colorrectal.

3. Edulcorantes artificiales

Tomar dosis continuas de aspartamo (el edulcorante que más se utiliza en la industria alimentaria), aunque sea en poca cantidad, modifica la composición de la flora y podría alterar la resistencia a la insulina (favoreciendo la aparición de diabetes), apunta una investigación coordinada por la Universidad de Calgary (Canadá). La sucralosa, por su parte, reduce esa microflora (el descenso se mantiene durante semanas) y aumenta el pH fecal, lo que dificulta la absorción de algunos medicamentos tomados por vía oral.
Capítulo a parte merecen las carnes de animales que han recibido antibióticos, que también pueden disminuir la variedad de especies que contiene la flora y, en definitiva, aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades relacionadas con el intestino.
Sin duda, el estudio de esa numerosa comunidad bacteriana será en el futuro una pieza fundamental de la medicina personalizada. Muchas veces, una muestra de heces, en lugar de una de sangre, será suficiente para que el médico prescriba cambios en nuestra dieta con el objetivo de atajar problemas metabólicos. Así lo afirma un estudio realizado por la Universidad Estatal de Luisiana (EE UU) en el que queda claro que la variedad de alimentos (sanos) es la piedra angular para mantener su segundo cerebro saludable.

miércoles, 31 de mayo de 2017

Vinculan flora intestinal y esclerosis múltiple

Una investigación ha descrito cómo la posible alteración en la flora intestinal se relaciona directamente con el desarrollo de la esclerosis múltiple remitente recurrente. Para ello, se han utilizado dos biomarcadores indicativos de cambios en la microbiota, que han servido para trazar el proceso en el que la alteración en la barrera intestinal desencadena el proceso inflamatorio que afectaría al sistema nervioso.
Estudios previos ya habían vinculado la flora intestinal con la patología nerviosa, pero en esta ocasión se han descrito con detalle el comportamiento de los biomarcadores elegidos: los lipopolisacáridos de membrana bacteriana, asociado a alteraciones de la flora intestinal, y las proteínas LBP, tanto en modelo animal como en pacientes.
De hecho, una de las innovaciones del trabajo es haber logrado validar el modelo experimental habitual para el estudio de los procesos moleculares relacionados con la esclerosis múltiple, en el que se utiliza como organismo de ensayo la rata Dark Agouti, y confirmar que en él no se producen diferencias de sexo a la hora de desarrollar la patología.
[Neurotherapeutics 2017; 14: 199-211]Escribano BM, Medina-Fernández FJ, Aguilar-Luque M, Agüera E, Feijoo M, García-Maceira FI, et al.
Fuente: Revista de Neurología
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Llegan los psicobióticos: Bacterias para mejorar la salud mentalMicroorganismos intestinales modulan los niveles de serotonina

jueves, 25 de mayo de 2017

Por qué no son buenas las gaseosas para hidratarse

- Por su alto contenido en azúcar, pueden producir intolerancia gástrica.

- Por la presencia de gas que brinda sensación de saciedad lo que hace que tomemos menos cantidad de líquido.

- Por el contenido de Cafeína que produce efecto diurético (pérdida de agua a través de la orina).


Por lo tanto retrasan la CORRECTA HIDRATACIÓN!


Lic. Maru Caracciolo
Nutrición Deportiva - CENARD - FisioSport - CASI 
Mirá más tips en su instagram @maru.caracciolo.nutricion





miércoles, 17 de mayo de 2017

Día Mundial de la Hipertensión Arterial (HA)



Sabías que...
- El 37,6% de los agentinos padece HA.
- 4 de cada 10 personas hipertensas, no saben que lo son.
- Sólo el 25% de los que tienen HA está controlado por un especialista.
- Afecta al 50% de las personas mayores de 50 años y al 70% de los mayores de 65 años.
- La HA puede transitar sin síntomas y sólo en algunas ocasiones puede generar dolores de cabeza o derrames en el ojo.
- Los factores de riesgo son: estrés, sedentarismo, sobrepeso, diabetes, hiperlipemias (colesterol y triglicéridos altos), tabaquismo, consumo excesivo de sal y de alcohol.
- Consecuencias de no tratar la HA pueden ser ACV, infartos cardíacos, entre otros.
- Los factores que pueden prevenir la HA son: Comer sin sal, realizar actividad física aeróbica (caminar, correr, bicicleta, etc.), bajar las grasas (colesterol y triglicéridos), reducir los azúcares y el alcohol, bajar de peso, realizar terapias para bajar los niveles de estrés y dejar de fumar.
Hoy no pierdas el tiempo y tomate la presión arterial en la farmacia o en el servicio médico más cercano.
Si tu presión está alta consultá a un médico.

No hay texto alternativo automático disponible.

lunes, 17 de abril de 2017

Estadísticamente, una hora de correr puede añadir siete horas a tu expectativa de vida

Correr puede ser el ejercicio más efectivo para incrementar la expectativa de vida, de acuerdo con una nueva revisión y análisis de investigaciones pasadas sobre el ejercicio y la muerte prematura. El nuevo estudio encontró que, en comparación con quienes no corrían, los corredores tendían a vivir cerca de tres años más, incluso si lo hacían despacio o esporádicamente y además fumaban, tomaban o tenían sobrepeso. Ninguna otra forma de ejercicio examinada por los investigadores mostró impactos similares en la duración de la vida.

Los hallazgos provienen del seguimiento a un estudio realizado hace tres años, en el que un grupo de distinguidos especialistas en Ciencias del Deporte analizó detalladamente los datos de una gran colección de pruebas médicas y de condición física llevadas a cabo en el Instituto Cooper de Dallas. Ese análisis encontró que incluso cinco minutos diarios de carrera se asociaban con más años de vida.
Después de la divulgación de ese estudio, los investigadores recibieron una ola de preguntas por parte de otros científicos y del público en general, señaló Duck-chul Lee, profesor de kinesiología en la Universidad Estatal de Iowa y coautor del estudio. Algunas personas querían saber si era probable que otras actividades, como caminar, eran tan benéficas como correr para reducir los riesgos de mortalidad.
Los corredores de fondo se cuestionaban si tal vez estaban corriendo de más, y si después de cierta cantidad de kilómetros u horas de correr la actividad podría resultar contraproducente e incluso contribuir a una muerte prematura.
Unos cuantos preguntaban si correr realmente aumentaba los años de vida de las personas. ¿Podría ser, preguntaban de forma no muy amable, que para reducir tu riesgo de morir tuvieras que pasar el equivalente del tiempo que hubieras ganado de vida en los caminos o pistas, obteniendo una nula ganancia neta?
Así que, para el nuevo estudio, publicado el mes pasado en Progress in Cardiovascular Disease, el doctor Lee y sus colaboradores decidieron abordar esos y otros asuntos relacionados analizando de nuevo los datos del Instituto Cooper, y también examinando los resultados de varios estudios recientes a gran escala para encontrar la relación entre el ejercicio y la mortalidad.
En general, esta nueva revisión reforzó los hallazgos de la investigación anterior, según determinaron los científicos. En forma acumulativa, los datos indicaron que correr, sin importar el ritmo o la distancia, reducía el riesgo de muerte prematura para cualquier persona casi en un 40 por ciento, un beneficio que seguía siendo cierto incluso cuando los investigadores usaron grupos de control para comparar entre fumadores, bebedores, y personas con antecedentes de problemas de salud tales como hipertensión u obesidad.
Con base en esas cifras, los científicos determinaron luego que, si todos los no corredores que habían participado en los estudios revisados hubieran practicado este deporte, habría habido un 16 por ciento menos de muertes en general, y un 25 por ciento menos de infartos mortales (hay una reserva respecto de estos estudios: la mayoría de los participantes eran blancos de clase media).
Quizá lo más interesante es que los investigadores calcularon que, por hora, correr le da estadísticamente más tiempo de vida a las personas del que les consume esta actividad. Calculando dos horas a la semana de entrenamiento —puesto que ese fue el promedio informado por los corredores en el estudio del Instituto Cooper—, los investigadores estimaron que un corredor típico pasaría menos de seis meses realmente corriendo durante el transcurso de casi 40 años, pero podría esperar aumentar su esperanza de vida por 3,2 años, lo que da una ganancia absoluta de cerca de 2,8 años.
En términos concretos, una hora de correr alarga estadísticamente la expectativa de vida por siete horas, informaron los investigadores.
Por supuesto, Lee señala que estas añadiduras “no son infinitas”: correr no hace a la gente inmortal. Las ganancias en la esperanza de vida llegan al tope aproximadamente a los tres años extra, sostiene, por más que la gente siga corriendo.
Las buenas noticias son que correr de manera prolongada no parece ser contraproducente para la longevidad, continuó, de acuerdo con los datos que él y sus colegas revisaron. Las mejorías en la expectativa de vida por lo general se estancan alrededor de las cuatro horas de correr a la semana, dice el Dr. Lee, pero no declinan.
Por su parte, los investigadores encontraron que otros tipos de ejercicio también beneficiaron confiablemente la esperanza de vida, pero no al mismo grado que correr. La caminata, el ciclismo y otras actividades, aunque requirieran el mismo esfuerzo que correr, por lo general reducían el riesgo de muerte prematura por cerca del 12 por ciento (aclaro mi propio sesgo: corro pero también me encanta andar en bicicleta y caminar con mis perros todos los días).
La razón por la que correr es tan singularmente poderoso en contra de la muerte temprana sigue siendo incierta, asegura Lee. Sin embargo, dice que es probable que combata muchos de los factores de riesgo comunes de la muerte súbita, incluyendo la hipertensión y el exceso de grasa corporal, en especial alrededor de la cintura.
También afirma que incrementa la condición aeróbica y una buena condición aeróbica es uno de los indicadores más reconocidos de la salud a largo plazo de un individuo.
Es claro que los hallazgos de esta nueva revisión son asociativos; eso significa que son prueba de que quienes corren también tienden a ser personas que viven más tiempo, pero no es que correr provoque directamente el aumento en la longevidad. En general, los corredores también llevan vidas saludables, señala el Dr. Lee, y sus estilos de vida pueden desempeñar un papel muy importante en la mortalidad.
Incluso tomando en cuenta esa posibilidad, dice, los datos sugieren que correr sí podría añadir años a nuestras vidas.

viernes, 24 de marzo de 2017

Llegan los psicobióticos: bacterias para mejorar la salud mental



Demuestran el potencial de algunos microorganismos para tratar diferentes trastornos mentales. Pero los científicos advierten que es un área de estudio muy incipiente, donde escasean los ensayos con humanos.



Tomas una píldora para aliviar la ansiedad. Lo que no te esperas es que su principio activo sea una bacteria que vaya directa a tu intestino y desde ahí avise al cerebro para calmar tus nervios. Es un psicobiótico. 
Uno de los mayores desafíos de la neurociencia actual es conocer los entresijos del cerebro humano. Estados Unidos y Europa han puesto en marcha sendos proyectos que darán sus frutos de aquí a una década. Los resultados alimentarán al mayor ejército desplegado jamás. Desde un lugar totalmente desapercibido y sin que te des cuenta, estos soldados controlan tu apetito, tu comportamiento e incluso tu salud mental. Hablamos de la microbiota que puebla tus tripas.


«Nuestros cuerpos son un complejo ecosistema en el que las células representan un insignificante 10% de la población. Más allá de los números, hoy conocemos sus sorprendentes diferencias», explicaba a finales de 2012 Thomas Insel, entonces director del Instituto Nacional de la Salud Mental de Estados Unidos (NIMH, según sus siglas en inglés). Y este era su pronóstico para el futuro: «Una de las grandes fronteras de la neurociencia clínica de la próxima década será averiguar cómo influye la diversidad del mundo microbiano en el desarrollo del cerebro y en el comportamiento».
Las mariposas que sientes en el estómago cuando te enamoras y (algo menos romántico) esos inoportunos retortijones antes de un examen son dos ejemplos de la conexión que existe entre el sistema gastrointestinal y la mente.


Los probióticos suelen ser bacterias de los géneros Lactobacillus y Bifidobacterium y pueden tomarse en cápsulas o sobres (de venta en farmacias) o ir incluidos en determinados alimentos que se encuentran en los supermercados.
En cambio, los prebióticos son alimentos que no nos nutren directamente a nosotros, sino a las bacterias y otros microorganismos que viven en nuestros intestinos y nos provocan un efecto positivo. Un ejemplo de prebióticos son algunos tipos de fibra.

En 2013 Ted Dinan, definió a los psicobióticos. «Son bacterias que cuando se ingieren en cantidades adecuadas mejoran la salud mental», explica a Sinc el padre del término.
El principal problema de esta nueva expresión es que se apoya, sobre todo, en estudios realizados in vitro y en animales, por lo que los científicos muestran cautela a la hora de valorar cualquier resultado que pueda parecer prometedor.
«Los datos que se poseen hasta el momento sobre psicobióticos se basan en estudios preclínicos con ratones y aún se desconoce mucho sobre los mecanismos de acción», matiza Peláez. En su opinión, es necesario profundizar en estos estudios y asegurarse de la eficacia y seguridad de uso antes de realizar ensayos clínicos con fines terapéuticos.
El misterioso camino de las tripas a las emociones
La gran pregunta es cómo llegan los psicobióticos a tener efectos sobre la psique. Una posibilidad que barajan los científicos es que los microorganismos actúen directamente sobre el sistema nervioso entérico –encargado de controlar el aparato digestivo– que, a su vez, se comunica con el cerebro. Otra opción es que regulen el sistema inmunitario intestinal, el cual modula el sistema nervioso central.
«La tercera vía se basa en la producción de metabolitos que se distribuyen en el cerebro y son beneficiosos», declara a Sinc Paul Enck, miembro del Comité Directivo de la Sociedad Europea de Neurogastroenterología y Motilidad (ESNM, por sus siglas en inglés). En opinión del investigador, para llegar al cerebro los microorganismos podrían utilizar solo uno de estos tres caminos o varios a la vez. «Quizá haya más vías que se descubrirán en el futuro», opina. 
Antes de llegar a ese punto, un equipo de científicos –entre los que se encuentra Dinan, el padre del concepto– ha planteado una pequeña revolución para concienciar sobre el papel de estas bacterias en la mente. Su propuesta es ampliar la definición de psicobiótico a todo aquello que, a través de cambios en la microbiota intestinal, consiga efectos psicológicos, sin tener que ser necesariamente un microorganismo vivo.
Esto significaría incluir a los prebióticos, pero también al ejercicio físico y la dieta, «que afectan a las comunidades bacterianas en el intestino e influyen en estado de ánimo y en la cognición», considera Philip Burnet, autor principal del trabajo en el que se basa la propuesta e investigador del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oxford (Reino Unido).
Tras revisar más de un centenar de trabajos sobre psicobióticos (la mayoría  realizados en animales), los investigadores admiten que las limitaciones de los estudios son numerosas, «lo que obliga a frenar el entusiasmo y a incentivar nuevas investigaciones». Se desconoce, por el momento, si el consumo de estas bacterias puede tener efectos secundarios o si afectan por igual a hombres y mujeres.
En cuanto a la edad, parece que tanto los menores como los ancianos son las personas a las que más influirían este tipo de sustancias. «El período prenatal, posnatal y toda la infancia son críticos en el desarrollo del sistema nervioso, cerebral e inmunitario, que se ven muy afectados por la microbiota intestinal», indica Peláez. En el caso de los mayores, al volverse más sensibles a los cambios fisiológicos necesitan mantener una buena salud intestinal.